La Industrialización de Francia



industrializacion francesaA diferencia de Bélgica, cuyo proceso de industrialización en el siglo XIX siguió un camino similar al de Inglaterra, el caso de Francia es el de un modelo de industrialización que en muchos aspectos se diferenció netamente del británico.

Durante décadas, en los estudios sobre procesos de industrialización se admitió la noción de un «retraso» francés en relación con una economía industrial que era proclamada cómo modelo (primero, la inglesa, luego, la alemana, y, más tarde, la japonesa).

La industrialización francesa fue una industrialización sin «revolución industrial», o, al menos, sin una etapa de despegue claramente identificable. Constituyó un proceso gradual y sin un ritmo uniforme, que se inició en las últimas décadas del siglo XVIII y en el que se alternaron periodos de aceleración y de des aceleración del crecimiento.

La modernización de la industria francesa comenzó en el siglo XVIII, pero se vio interrumpida a partir de 1789 por el estallido de la Revolución Francesa. Con el fin de las guerras napoleónicas, en 1815, el proceso se reinició. Una oleada de crecimiento se ubica en 1815 y 1860, con una aceleración entre 1840 y 1860. Entre 1860 y 1885, el ritmo de crecimiento de la economía fue más lento, al igual que el de la industria, en parte, como consecuencia del agotamiento de los recursos de la primera industrialización.

Una nueva etapa de expansión tuvo lugar desde mediados de la década de 1885 hasta las vísperas de la Primera Guerra Mundial, acompañada de una segunda industrialización de carácter más intensivo que la primera, con una amplia difusión de las innovaciones características de la industria moderna.

A lo largo de todo el siglo XIX, la transformación de la estructura económica de Francia fue lenta, y la agricultura siguió teniendo una alta participación en el producto total del país, su tasa de urbanización fue baja, y, a diferencia de Inglaterra y Alemania, Francia siguió siendo un país predominantemente rural. En 1846, la población urbana representaba solo el 25% del total, contra un 75% de población rural. En 1901, todavía el 59% de la población vivía en el campo.

LA ECONOMÍA FRANCESA EN EL SIGLO XVIII

En el siglo XVIII, Francia era uno de los países más ricos en toda Europa. Si comparamos su economía con la inglesa en términos de tasas de crecimiento, ambas se expandiendo a lo largo del siglo a un ritmo similar.

El sector más importante era el de la industria textil, en particular el de la lana, difundida en todo el territorio. En las últimas décadas comenzó también a expandirse la industria del algodón, que adoptó rápidamente las innovaciones provenientes de Gran Bretaña. Otros sectores industriales destacados eran la minería del carbón y la metalurgia, en las que predominaban las viejas técnicas, aunque en el siglo XVIII empezaron a utilizarse bombas de Newcomen y nuevos métodos de producción de hierro.

El desarrollo industrial francés se dio en un marco de industrialización tradicional, mientras que el crecimiento de la producción en Gran Bretaña estuvo signado por la innovación. La persistencia de los sistemas tradicionales de producción fue un rasgo distintivo de la industrialización francesa también en el siglo XIX.

EL IMPACTO DE LA REVOLUCIÓN FRANCESA

Desde el comienzo de la Revolución Francesa, en 1789, hasta el fin de las guerras napoleónicas, en 1815, el país vivió casi permanentemente en guerra, lo que tuvo como resultado una disminución del ritmo de crecimiento de la economía.

Desde el punto de vista económico tuvo efectos negativos, como la pérdida de su imperio colonial, de mercados externos y de fuentes de abastecimiento, a los que debe sumarse la movilización masiva de la población para la guerra. En general, el proceso de innovación tecnológica se detuvo, salvo para la industria textil del algodón. El efecto fue aun más negativo en términos relativos, ya que a lo largo de 25 años la brecha con Gran Bretaña se amplió.

La Revolución modificó profundamente a la agricultura, aboliendo los derechos feudales y consolidando un régimen de pequeña y mediana propiedad que constituyó uno de los rasgos característicos de la economía francesa. Otro de los aspectos positivos de la etapa revolucionaria fue la política educativa, con la creación de escuelas especializadas en materias científicas y en ingeniería, dedicadas a la formación de profesionales y a la investigación.

LA INDUSTRIALIZACION EN EL SIGLO XIX: EL DUALISMO INDUSTRIAL FRANCES

El término hace referencia a la coexistencia, muchas veces complementaria, de formas tradicionales y formas innovadoras de producción industrial, de la industria manual y la industria mecanizada. Además de ello, la industria francesa del siglo XIX fue mano de obra intensiva. Se caracterizó más por la movilización y organización sistemática de la mano de obra que por la introducción masiva de técnicas nuevas.

Gran parte de la mano de obra empleada en la industria seguía viviendo en el campo y trabajando a domicilio. Aun el trabajo en las fábricas conservaba, en muchos casos, rasgos arcaicos, y varias fábricas funcionaban más como una «yuxtaposición de artesanos» que como una concentración de proletarios. Pero al trabajar en relación de dependencia, los artesanos perdieron el acceso directo al mercado, e incluso los que trabajaban en su domicilio se convirtieron en asalariados.

En la década de 1860 y mediados de la 1880 el ritmo de expansión de la economía francesa se desaceleró, como respuesta a la crisis, la industria se modernizó, y a partir de la década de 1880 se aceleró la inversión en equipos. Se difundió masivamente el uso de la maquina de vapor, y, en general, las industrias tradicionales se mecanizaron.

Al mismo tiempo, se desarrollaron la industria metalúrgica y la química, y aparecieron industrias nuevas, como la producción de hidroelectricidad, la construcción de automóviles y la industria de material fotográfico. Además se incrementó la financiación bancaria de las inversiones industriales y creció el número de sociedades anónimas.

El desarrollo industrial de las últimas décadas del siglo XIX fue generando la transformación estructural de la economía francesa, reduciendo el antiguo predominio de la agricultura. En 1914, el sector primario todavía era el mayor sector en términos de empleo (un poco más de 40% de la población activa), pero ya no el primero en contribución al producto nacional.

 

LOS SECTORES DE LA ACTIVIDAD INDUSTRIAL

Entre los primeros países industriales del continente, Francia fue, junto con Suiza, el que tuvo una menor dotación de recursos naturales; dicho en términos más precisos, no tuvo la abundancia de recursos minerales con la que contaron Inglaterra, Bélgica y Alemania.

Las dos principales zonas productoras de carbón en las que también se desarrolló la siderurgia, fueron la del noroeste, en la frontera con Bélgica, y la del valle del Loira superior. La zona del valle del Loira fue una zona de producción de carbón de alta calidad, lo cual favoreció la modernización temprana de las industrias siderúrgica y mecánica.

El sector que más se modernizó fue el del algodón, cuyos principales centros de producción se encontraban en el noroeste y el Alsacia. A mediados del siglo XIX, el complejo industrial de Alsacia comprendía la producción siderúrgica, textil, de azúcar y otros artículos para la exportación.

El otro sector destacado en la industria textil era el de la seda, cuyo centro principal de producción era el área de la ciudad de Lyon. La industria de Lyon dominaba el mercado. Mundial de seda.

LAS EMPRESAS Y LOS EMPRESARIOS

Diversos historiadores han atribuido la lenta difusión de la industria moderna en Francia tanto a las características de la sociedad francesa cómo a una presunta falta de espíritu innovador por parte de los empresarios. Esta fue una interpretación difundida sobre todo en los años cincuenta y sesenta, a partir de la obra de dos historiadores norteamericanos, John Sawyer y David Landes.

Landes centro su argumentación en las características de los empresarios franceses, a los que consideraba conservadores, hostiles a lo nuevo y desconocido, y, por lo tanto, poco dispuestos a aceptar la innovación.

Por ello los pintan como empresarios arcaicos, que seguían utilizando los métodos de producción tradicionales, como la industria a domicilio, y cuyas empresas eran, en su mayoría, de dimensiones reducidas. Pero en la industria francesa de la primera mitad del siglo XIX, y aun en las décadas sucesivas, no siempre la opción más racional era la modernización tecnológica. Desde esta perspectiva, los empresarios son percibidos cómo empresarios racionales que se adaptan a las condiciones del mercado y sacan ventajas de la combinación de lo viejo con lo nuevo.

El desarrollo de la gran empresa moderna, gerencial y descentralizada, fue lento. Las empresas familiares siguieron siendo predominantes, y hasta la década de 1870 se crearon muy pocas sociedades anónimas. Por otro lado, las empresas familiares no fueron necesariamente poco competitivas; así lo revelan muchos de los casos que han sido estudiados en distintas ramas de la producción, como la siderurgia o la mecánica.

EL DEBATE SOBRE EL MODELO DE INDUSTRIALIZACIÓN FRANCESA

En realidad, el debate sobre el empresariado francés forma parte del debate más amplio acerca del presunto retraso de esa nación con respecto a otros países industriales.

Cómo señala Crouzet, el producto nacional francés creció más lentamente que el de otros países occidentales, pero la población de Francia también creció a una tasa menor. En consecuencia, el producto per cápita se expandió a un ritmo que no fue inferior al de los países de industrialización más exitosa.

Cuando pensamos en la economía francesa en su conjunto, no debemos olvidar que a lo largo del siglo XIX, Francia se autoabastecía de productos agrícolas, e incluso exportaba una parte de la producción. Este fue uno de los rasgos que la diferenció netamente de Gran Bretaña y Bélgica.

Fuente:

María Inés Barbero. (2001). Historia económica y social general. México: Macchi.

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